jueves, 24 de noviembre de 2011

Ellos son nosotros

Todavia recuerdo la voluminosa Av. 9 de Julio al lado del monumento al falo porteño, el obelisco. Repleto de gente, mucha, que se chocaban entre ellos. Los autos bocinando a los transeuntenes que embobados con los aparatos celulares eran lentos de reflejos, torpes, y caminaban destartalados.
Recuerdo los linyeras morenos por las infinidades de baños de sol ardiente. Piel oscura, barba blanca, con harapos pidiendo limosna. Los yupies esquivando los como se esquivan charcos en los días lluviosos. Y si lograban que los mires a los ojos por un instante, era como pisar con tus zapatos una baldosa floja repleta de agua podrida.
Me pregunto si cambio algo desde que se despertó el Gen Z en Buenos Aires. Los millares de personas que caminaban con sus iPod metidos en sus cerebelos, son ahora las hordas de muertos vivos que caminan en harapos de linyeras en busca de algún bocado de carne. Antes nos chupaban la sangre en pos de alguna empresa. Ahora es menos sutil te devoran enterito. Antes fingíamos que teníamos una vida, y ahora hacerlos exactamente lo mismo.
No los culpo a los zombis. Al menos no los culpo que quieran devorar carne fresca. Ellos no llegaron a ser así por algún poder maligno, o un satelite fuera de orbita. Culpemos a Labmort por expandir el Gen Z de la misma manera expandio su apetito de millones de dolares.
Ver el centro repleto de zombis vagando, en cierta forma me suena cotidiano, como en los viejos tiempos que todos caminaban sin saber donde ir, en donde las miradas miraban sin ver. Hay una medianoche en donde las mascaras se caen. Esta se cayo y nos muestra una cara que no nos resulta nada extraña.

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